«El placer de la ruina viene dado por el dulce abandono que surge cuando aceptamos finalmente que tenemos muy poco control sobre el destino de nuestras vidas. La ruina acepta su envejecimiento, y nos invita a hacer lo mismo».
Daniel Canogar «El placer de la ruina» (2006)
«Yo sólo sé que la confusión voluntaria entre la vida y el arte conducen a Andrés Ferrer a realizar sus fotografías de tapiales, de máquinas a la intemperie, de fábricas desoladas, muladares de un recuerdo que él, monje clástico y sincero, sí sabe que el tiempo tiene allí escritas sus historias».
Javier Lacruz Navas «El monje clástico y la naturaleza de la ruina» (2012)
«Como Atget, como Evans, el fotógrafo también para su atención sobre los detalles, sobre las texturas de los muros, sobre los hechos de la naturaleza cuando se apropian de nuestro abandono. Y qué detalles. Inmediatamente las imágenes nos exigen el relato. Ése rincón con los cristales rotos en la esquina de la mesa ¿Qué pasó? ¿Cuándo ocurrió? O el otro con la basura industrial tirada por el suelo, o los bidones y la cinta de rodillos que ahora ya no guía nada. Ninguna nostalgia se desprende ni provocan estas imágenes: son secas, justas, sobrias y, a la vez, evocativas. Para redactar la historia que sugieren no requieren del poeta sino del notario. El cuento es el acta de lo que allí se encuentra y ese notario se llama Andrés Ferrer».
Enrique Carbó «Una misión documental» (2012)